Más allá de las buenas intenciones: Permitir un tránsito seguro hacia Italia
Unos corredores humanitarios exprés están permitiendo el tránsito seguro hacia Italia de 1.000 de los refugiados más vulnerables que huyen de los conflictos en Siria, el África subsahariana y Eritrea.
El pensamiento creativo de tres comunidades confesionales en Italia y del Gobierno italiano ha hecho posible crear un procedimiento por el cual se pueden expedir visados humanitarios extraordinarios para Italia a posibles solicitantes de asilo que se encuentran en tránsito en el Líbano, Marruecos y Etiopía. Antes de entrar en el país pasan por un control exhaustivo e inmediatamente después son integrados en una red comunitaria, todo ello sin acarrear gasto alguno para los presupuestos del gobierno. El proyecto está despertando el interés de otros países europeos y merece ser un modelo que podría reproducirse en otros lugares. El Secretario General de la Comunidad de San Egidio, Cesare Zucconi, lo explica a continuación.
¿Cómo se le ocurrió la idea de crear corredores humanitarios?
En la Comunidad de San Egidio no queríamos seguir presenciando cómo la gente moría en alta mar intentando llegar a las costas de Europa. Tras el trágico naufragio que se produjo en octubre de 2013 cerca de la costa de Sicilia, en el que murieron ahogados cientos de migrantes, y después de la visita del Papa Francisco a Lampedusa, empezamos a estudiar el derecho europeo, a fin de buscar vías para que los refugiados puedan acceder a la Unión Europea de manera segura. Descubrimos que el artículo 25 del Código comunitario sobre visados permite a los Estados miembros expedir a su discreción visados de validez territorial limitada, por razones humanitarias o de interés nacional o debido a obligaciones internacionales. De modo que había una disposición jurídica que permitía traer a refugiados a Europa por una vía segura y que no se estaba aplicando, a excepción de algunos casos aislados.
En colaboración con la Iglesia Valdense y la Federación de Iglesias Evangélicas de Italia, propusimos al Gobierno italiano que expidiera un número determinado de esos visados humanitarios. Tras negociar con el Ministerio de Asuntos Exteriores y con el Ministerio del Interior, conseguimos firmar (las tres comunidades confesionales y los dos ministerios) en diciembre del año pasado un memorando de entendimiento. En función de ese acuerdo se nos ha permitido abrir dos corredores, y el año próximo un tercer corredor, para refugiados que actualmente residen en países de tránsito: en primer lugar el Líbano y Marruecos, y después Etiopía. El Gobierno se ha comprometido a expedir 1.000 visados de entrada para personas que la Comunidad de San Egidio y sus asociados han reconocido como especialmente vulnerables y que serán trasladadas de manera segura a Italia y acogidas hasta que sus solicitudes de asilo hayan sido aprobadas. Los visados tienen una validez territorial limitada, solamente para Italia.
¿Cuándo pasaron los primeros refugiados por el corredor?
El 4 de febrero llegó a Roma la primera familia del Líbano: Falak al-Hourani, una niña de siete años que sufría un cáncer ocular poco frecuente, junto con sus padres y su hermano de seis años. Falak ya había perdido un ojo y el riesgo de que el cáncer se extendiera al otro ojo era muy alto. No había la más mínima posibilidad de tratamiento en el Líbano. Cuando la familia llegó, fue ingresada inmediatamente en el hospital infantil de Roma. Ahora, transcurridos cuatro meses, su salud va mejorando. La familia está viviendo en una casa de acogida de San Egidio junto con otras familias de refugiados. Los dos niños van al colegio y ya hablan un poco de italiano. Los padres también están aprendiendo italiano en nuestra escuela de idiomas y cultura.
Tras Falak y su familia llegaron el 29 de febrero 93 refugiados sirios procedentes del Líbano, entre ellos 41 menores. El 3 de mayo llegaba otro grupo de 101 refugiados por el corredor de la misma manera. Habían huido de Siria e Iraq, concretamente de Homs, Aleppo, Hama y Hasaka, cerca de la frontera iraquí en las proximidades de Mosul.
¿Por qué escogieron primero el Líbano como país de origen?
El Líbano era una opción evidente debido a la gran cantidad de refugiados sirios que hay allí. Con aproximadamente 4 millones de habitantes, el Líbano tiene 1,2 millones de refugiados, lo que equivale a uno de cada cinco residentes. Por un lado están los refugiados sirios y por otro, un hecho que a veces se olvida, medio millón de palestinos siguen viviendo en campos de refugiados como el de Chatila. El Líbano merece un reconocimiento por acoger a los refugiados, pero el país está absolutamente desbordado. Los refugiados apenas tienen acceso a asistencia sanitaria o colegios. Estamos hablando de unos 400.000 niños que no han sido escolarizados en los últimos cinco años. ¿Qué consecuencias trae consigo cuando los menores crecen sin ir al colegio y sin ningún tipo de perspectivas? Se pueden convertir en futuros soldados de la rebelión contra los países ricos.
He hablado con muchos refugiados sirios que están en el Líbano y la mayoría de ellos me dijeron que no querían venir a Europa: están en el Líbano porque quieren volver a sus casas en cuanto termine la guerra. Pero ahora se están enfrentando al hecho de que no se vislumbra el fin de esta guerra. Sus casas están totalmente destruidas: las imágenes actuales de Homs o Aleppo recuerdan a las de Berlín o Dresde tras la Segunda Guerra Mundial. Después de haber permanecido unos cinco años en el Líbano, se les están agotando los recursos y tienen que seguir adelante. Están intentando irse, pero no es fácil.
¿Cómo seleccionan a beneficiarios para el programa?
Buscamos a personas que sean particularmente vulnerables: menores enfermos, mujeres en dificultades, personas con discapacidades. Nuestros criterios son similares a los que emplean las Naciones Unidas para escoger a personas que merecen la condición de refugiado. No obstante, también tenemos en cuenta a personas que no reúnen esos requisitos pero que pueden probar su condición de vulnerabilidad debido a la situación personal en que se encuentran, a su edad o a su estado de salud. Procuramos mantener a las familias juntas y no separarlas.
La comunidad de San Egidio cuenta con muchos contactos en el Líbano; conocemos todas las iglesias y a todos los dirigentes gubernamentales y musulmanes. También estamos en contacto con sirios fuera del Líbano, también en la Unión Europea, que nos avisan cuando tienen conocimiento de algún caso especialmente complicado. Vamos a ver a esas personas, hablamos con ellas y tratamos de determinar si venir a Italia es una solución para ellos. Si resulta que sí lo es, los registramos en nuestra lista de beneficiarios potenciales, que posteriormente entregamos a las autoridades consulares italianas. A continuación, el Ministerio italiano del Interior se encarga de hacer las comprobaciones pertinentes de la lista. Esa es precisamente una de las características particulares de nuestro programa: los beneficiarios ya han facilitado sus huellas dactilares y han pasado varios controles de seguridad de las autoridades libanesas e italianas antes incluso de dejar el país. Una vez se han aprobado sus expedientes, las autoridades consulares expiden los visados de entrada y los subimos a un avión con destino a Roma.
¿Qué sucede con los beneficiarios cuando llegan a Italia?
Al igual que cualquier otro solicitante de asilo que entra en nuestro país, tienen que presentarse ante una comisión que decide si se les puede reconocer como refugiados. Si se les considera como tales, tienen derecho a permanecer en el país. Hasta que se ha tomado esa decisión, quedan completamente a nuestro cargo. Junto con las organizaciones asociadas que nos ayudan les damos la bienvenida y los acogemos. Esa es una diferencia importante de nuestro programa con respecto a, por ejemplo, el programa de reasentamiento de las Naciones Unidas: nos encargamos por completo de los beneficiarios hasta que hayan recibido la condición de refugiados, lo que incluye su alojamiento y manutención, y también hacer posible que se beneficien de nuestra red solidaria. La Comunidad de San Egidio lleva más de treinta años administrando escuelas donde se enseña la lengua y la cultura italianas a las personas recién llegadas a Italia. Hoy en día contamos con escuelas en un buen número de ciudades italianas.
En nuestra opinión es muy importante que los niños vayan inmediatamente al colegio. Después de tan solo diez días ya saben defenderse en italiano. Los niños aprenden con muchísima rapidez, les resulta fácil aprender un idioma nuevo y adaptarse. Pero es importante integrarlos en la vida de la comunidad. La integración solamente puede lograrse con éxito en el seno de una comunidad, donde convivan ciudadanos italianos que llevan tiempo viviendo allí y los recién llegados. Esa es una condición muy importante.
Ayudamos a las familias no solo a que aprendan italiano, sino también a que encuentren un empleo, prestamos asistencia jurídica en relación con su reconocimiento como refugiados y reciben asistencia en caso de tener problemas de salud. También hacemos una gran labor para incorporar sus tradiciones religiosas. Por ejemplo, ofrecemos un espacio para que se puedan celebrar las fiestas musulmanas en nuestras escuelas. No tenemos nada que ganar si las personas pierden su fe.
¿Cómo se financian los corredores humanitarios?
Nosotros, las tres comunidades confesionales, nos encargamos de sufragar todos los gastos. Pagamos los vuelos a Italia y corremos con todos los gastos derivados de acoger a las familias durante ese primer período de estancia en Italia, hasta que se les reconoce como refugiados, sin importar lo que dure. La Iglesia Valdense y la Federación de Iglesias Evangélicas están contribuyendo con los impuestos eclesiásticos que pagan los ciudadanos; la mayor parte de la financiación corre a su cargo. También recibimos ayuda de ciudadanos generosos. Los corredores humanitarios no le cuestan ni un céntimo al Gobierno italiano. Eso, unido al hecho de que los refugiados ya han pasado por un control exhaustivo antes de entrar al país e inmediatamente se les integra en la vida de la comunidad, es lo que distingue a nuestro programa de otros.
Evidentemente somos conscientes de que estamos hablando de un número muy reducido de personas, aunque bien es cierto que 1.000 personas no son pocas porque cada vida que se puede salvar es importante. Pero lo enfocamos como un proyecto piloto que puede alentar a otros países e instituciones a seguir el mismo camino.
¿Cuál sería su mensaje para aquellos que quieren seguir su ejemplo?
Creo que hay otras personas que están observando nuestra iniciativa y espero que los resultados les sirvan de inspiración: el hecho de que haya personas que están entrando por una vía segura, que permanecen en el país y se integran. No siguen meramente los procedimientos oficiales y después se les abandona a su suerte, como a menudo suele ocurrir, por desgracia, con los solicitantes de asilo. Creo también que para el Gobierno italiano puede ser motivo de orgullo porque ha emprendido una iniciativa muy innovadora y muy creativa que otros países pueden seguir.
Veo una gran voluntad por parte de los ciudadanos de la Unión Europea, por ejemplo en Alemania y en otros países, de hacer algo por los refugiados. Estamos recibiendo propuestas de ayuda por parte de personas a título individual y también de grupos de la sociedad civil, para acoger a familias por ejemplo. Esa es la idea básica de patronazgo privado, que de hecho está prevista en el derecho comunitario pero que apenas se ha puesto en práctica. Quizás pueda ser una solución para otros países europeos, en cooperación con organizaciones, la sociedad civil y las iglesias.
En definitiva, si somos realistas no es factible cerrar las puertas a Europa, no serán lo suficientemente resistentes. Además de que iría en contra de nuestros propios intereses, empezando por los intereses económicos, y sin que tengamos en cuenta las consideraciones éticas que son evidentes. En un mundo globalizado no se puede vivir con las puertas cerradas.
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Construyendo una Comunidad
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