Por qué los yacimientos arqueológicos son como la escena de un crimen
Por Konstantinos-Orfeas Sotiriou
Como la mayoría de las personas, estoy acostumbrado a ver escenas de series de televisión, como CSI, en las que se informa de que se ha cometido un crimen y la policía acude inmediatamente al lugar del delito, lo precinta con cinta amarilla y prohíbe la entrada. ¿Pero qué tiene que ver eso con la arqueología? En el siguiente artículo, se desvelará una extraña conexión entre la arqueología y la escena de un crimen.
En los siglos XVIII y XIX, algunas personas adineradas empezaron a mostrar interés por objetos antiguos procedentes de civilizaciones perdidas. Ese fue el principio de la arqueología como ciencia. Inspirados por mitos y leyendas, los primeros arqueólogos pioneros organizaron expediciones costosas y arriesgadas a lugares exóticos, para excavar en circunstancias difíciles, con un único objetivo: encontrar los objetos de esas míticas civilizaciones de las que habían oído hablar en algunas historias. ¿Pero fueron realmente ellos los primeros arqueólogos?
Durante el Imperio Medio en el antiguo Egipto, en el III Período de Ur en Mesopotamia, en los períodos minoico y micénico en Grecia, antiguos saqueadores excavaban con un solo deseo: encontrar oro y piedras preciosas en las tumbas de los grandes reyes. Así pues, cabe preguntarse ¿cuál es la diferencia entre saqueadores y arqueólogos?
A lo largo del siglo XX, las excavaciones arqueológicas desenterraron algunos de los palacios, mansiones, tumbas y complejos más exquisitos de la historia de la humanidad. De forma lenta pero segura, se introdujeron en la arqueología enfoques interdisciplinares y muy pronto el contexto arqueológico adquirió gran importancia. Por “contexto” entendemos todos los tipos de pruebas que existen en una capa que ha permanecido intacta.
Cuando una casa o un edificio antiguos se han derrumbado después de un terremoto o han sido incendiados por conquistadores, los escombros, si permanecen intactos, pueden aportar pruebas valiosas: cerámica, herramientas, mobiliario, vasijas, fosas sépticas y monedas. Usando las herramientas adecuadas, excavando meticulosamente capa por capa y anotando toda la información descubierta en un diario arqueológico, los arqueólogos pueden recrear la historia que esconde un lugar olvidado. Entonces ya se puede responder a una serie de preguntas: ¿Quiénes eran sus habitantes? ¿Eran amoritas, minoicos, fenicios, egipcios, griegos? ¿Cuál era su principal ocupación? A través de las monedas, los arqueólogos pueden datar con extrema precisión el período en el que tuvo lugar la historia. Un examen minucioso de la cerámica puede revelar de dónde provenía la arcilla. La cerámica no local puede descubrir las relaciones con otras culturas y lugares situados a millas de distancia, y el cereal quemado dentro de las vasijas y las fosas sépticas puede revelar los hábitos alimenticios.
Alguien podría alegar que los saqueadores están haciendo el mismo trabajo que los arqueólogos. Pero a los saqueadores no les motiva ni la ciencia ni el estudio ni la recreación del pasado, solo el beneficio. Su única motivación es la perspectiva de vender los objetos que encuentren (anillos de oro, vasijas e ídolos de arcilla, objetos de marfil, espadas, armaduras, cascos y monedas) a compradores adinerados. No emplean métodos adecuados, que requieren una excavación cuidadosa, pulgada a pulgada, utilizar las herramientas adecuadas y documentar todo el proceso. En lugar de eso, emplean herramientas y métodos destructivos, ya que no tienen tiempo que perder para lograr sus objetivos ilegales. Algunas veces, incluso recurren a grandes excavadoras como en un caso del que tuvo conocimiento el Departamento de lucha contra el contrabando de antigüedades de Atenas, en el año 2000. No hay duda de que sus métodos les permiten encontrar los objetos que buscan, pero durante el proceso destruyen todas las demás pruebas que son tan importantes para los arqueólogos.
Grandes museos arqueológicos como el Louvre de París, el Museo Británico de Londres, el Museo de Historia del Arte de Viena y el Museo Nacional de Atenas, publicitan sus exposiciones centrándose principalmente en objetos que simbolizan la riqueza y el poder. La máscara de Tutankamón, la máscara de Agamenón, la estatua de mármol de Afrodita y las espadas de oro que se remontan al período micénico, son objetos fabulosos, pero en cierto modo distorsionan la comprensión por parte de los visitantes del verdadero significado de la arqueología.
La arqueología es la única forma que tiene la humanidad de reconstruir su pasado. Un pasado del que no hay pruebas escritas, que se remonta al período Neolítico, a la Edad de Bronce y a la Edad de Hierro. Un pasado que pertenece a toda la humanidad, no a ninguna nación en particular, y menos a los saqueadores, que solo buscan obtener beneficios. Un grandioso pasado revelado mediante excavaciones e investigaciones científicas, que borra los límites que separan a las naciones y pone de manifiesto la grandeza de nuestros antepasados comunes. Unos antepasados que lograron controlar los ríos y mediante el riego proporcionaron agua a sus pueblos; que construyeron ciudades en el año 3.500 a. C. con partes religiosas y comerciales separadas; que utilizaron el curso natural del Nilo, del Tigris y del Éufrates para transportar objetos desde lugares lejanos; que ya realizaban contratos matrimoniales en el año 2.000 a. C., escribían literatura y compartían leyendas como la Epopeya de Gilgamesh.
Imagine que se echa cloro en el escenario de un crimen. Ni huellas, ni gotas de sangre, ni pruebas físicas (ni de la víctima ni del asesino); no quedaría nada que los forenses pudieran utilizar como prueba para reconstruir los hechos y responder a las preguntas sobre el crimen cometido. Así están destruyendo los saqueadores el grandioso pasado de la humanidad, nuestro pasado global que aún está por descubrir. Hay muchísimas preguntas que siguen esperando respuesta. La forma de llevar a cabo esa compleja tarea es, y siempre ha sido, la arqueología. Al ser agente de policía y arqueólogo he podido darme cuenta de que un yacimiento arqueológico se ha de tratar del mismo modo que la escena de un crimen. Ambos requieren la máxima protección y el examen más minucioso posible.
Konstantinos-Orfeas Sotiriou es sargento del Departamento de lucha contra el contrabando de antigüedades del cuerpo de policía griego, e investigador arqueológico de la Universidad Nacional y Kapodistríaca de Atenas.
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