La música de la paz
Entrevista con Luisa Sello
“El poder que tiene la cultura de traspasar fronteras y unir a los pueblos es realmente impresionante”. Son palabras del Embajador esloveno ante la OSCE, Andrej Benedejcic, para describir el concierto inaugural en Liubliana de una iniciativa musical dedicada a la paz que Luisa Sello, flautista italiana internacionalmente conocida, está organizando en colaboración con la Organización. En sus conciertos, que reúnen a músicos de muchas nacionalidades, utiliza el lenguaje de la música para promover objetivos que coinciden con los de la OSCE (cooperación y diálogo intercultural).
Ha dedicado toda su vida a hacer música con la flauta, ¿puede contarnos algo acerca de sus motivos para elegir ese instrumento tan personal?
La flauta es realmente un instrumento personal en el sentido de ser el que más se parece a la voz humana. A diferencia de otros instrumentos de viento, que tienen cañas por dentro, el sonido de la flauta se produce directamente por el soplo de aire que pasa a través de su abertura. Por eso, los flautistas son una especie de cantantes. La flauta es también un instrumento mitológico, Orfeo la utilizaba para calmar a los animales. Así pues, significa paz y calma. Conocí ese instrumento por casualidad cuando era una niña, un día alguien trajo una flauta a clase, no sé por qué. ¡La flauta me eligió a mí, no yo a ella!
Durante un tiempo toqué en la orquesta de La Scala de Milán, pero realmente no tenía el temperamento adecuado para tocar en una orquesta, así que decidí marcharme y hacer carrera como solista. Naturalmente también he tocado con otras personas (en pequeños grupos de música de cámara, como solista en una orquesta o con otros compañeros pianistas o clavicembalistas). Me gusta muchísimo tocar, me gusta viajar, y eso es muy importante en esta profesión.
Luisa Sello, flauta, interpreta la canción popular de la región de Friul “Ai preât la biele stele” (“Recé a la hermosa estrella”) en un concierto con músicos de la Orquesta Sinfónica de Viena.
El año pasado estuvo dirigiendo al grupo Esercito Concertante (que puede traducirse como “ejército de músicos”), actuando en distintos países para llevar un mensaje de paz. ¿Puede explicarnos algo acerca de eso?
El Esercito Concertante es la segunda parte de un proyecto de tres años para conmemorar el centenario de la Primera Guerra Mundial, utilizando el lenguaje de la música para transformar los fusiles y el dolor en amistad. Reunimos un “ejército” de músicos de los mismos países que lucharon en esa Guerra en 1916-1917 que, en lugar de fusiles para matar utilizan instrumentos para hacer música. Se trataba de dar un total de 23 conciertos, de los cuales aún tenemos ocho pendientes.
En el primer año del proyecto, la idea fue transformar los antiguos escenarios de guerra en escenarios de arte. Por ejemplo, aquí, en Viena dimos un concierto en la antigua fábrica de ladrillos que se utilizaba para fabricar munición.
Pronto comenzaré el tercer año (que se llamará “Crescendo”, una expresión musical que significa “creciendo” pero también “culminando”). Estará centrado en la región de Friul, porque fue allí donde se combatió en la parte final de la guerra. Lo basaré en una novela de la escritora friulana Federica Ravizza, que narra una trágica historia de amor entre una enfermera italiana y un soldado austríaco, y utilizaré la famosa canción titulada Stelutis Alpinis (las “Stelutis” son flores blancas con forma de estrella), compuesta por Arturo Zardini durante la Primera Guerra Mundial, que es muy conocida y que las gentes de Friul han cantado por todo el mundo. Mi idea es pedir a compositores actuales de Friul que compongan nuevas piezas para orquesta y coro basadas en esa canción.
Hay una canción similar a esta en Japón, porque allí han vivido la misma tragedia y tienen la misma cultura de familia. Por ejemplo, el símbolo de Friul es el fogolar, un hogar abierto alrededor del cual se reúne la familia, y en Japón tienen la misma tradición. También tienen la misma canción, que habla de una flor que espera el regreso del soldado. Es muy emocionante, se puede ver como la música puede volar alrededor del mundo y hacernos descubrir una situación idéntica en un lugar tan lejano.
¿Qué relación ve entre sus proyectos musicales para promover la paz y los objetivos de la OSCE?
En la música de cámara, si no se coopera no se puede tocar, no sale nada. Cada uno de los intérpretes, todos ellos solistas, han de ser modestos, dejar espacio a los demás a fin de que sus identidades se combinen para crear una nueva. La música puede ser un lenguaje de cooperación, porque hay que trabajar con otros, respetar al otro, si se quiere obtener resultados. En ese sentido, es un símil perfecto del diálogo que se está manteniendo en la OSCE.
En los tres próximos años estaré realizando un nuevo proyecto financiado por la región de Friuli-Venezia-Giulia, llamado “La buena música como una metáfora de paz y tolerancia”, que reunirá a músicos de todo el mundo para que colaboren y hablen sin palabras pero con un lenguaje común que es la música. La OSCE, como socio principal, ayudará a promover el proyecto, que a su vez será una promoción de los objetivos de la OSCE en términos musicales. Otros socios son la Universidad de Udine, la Fundación Aquilea, la Universidad de Viena, la Universidad de Toronto en Canadá y muchos otros. El primer concierto se dará en Praga el 5 de junio.
Esta semana estamos celebrando el Día Internacional de la Mujer. ¿Considera que el hecho de ser mujer afecta a su enfoque de la música y la paz?
En mi opinión, el Día Internacional de la Mujer significa una celebración de la diversidad, la individualidad singular que cada uno de nosotros aporta a nuestra humanidad común. Cuando viajo no me limito a dar conciertos, trato de descubrir otras culturas y de buscar conexiones entre nosotros y los demás. Por ejemplo, cuando estuve en Asia visité a las mujeres de cuello largo que viven allí. Esas mujeres carecen de derechos, no tienen documentos de identidad ni acceso a la educación; suelen ser víctimas de abusos y se ven obligadas a trabajar muchas horas tejiendo seda para alimentar a sus hijos sin padre. Monjas friulanas están tratando de ayudarlas, de darles la oportunidad de ir a la escuela, pero para hacer eso necesitan dinero. Así que decidí dar un concierto en Chiang Mai para ellas. El concierto se llamó “Odelette” (que significa pájaro pequeño, muy pequeño, muy ligero y muy rápido). Estaba inspirado en la pieza de ese nombre compuesta por Saint-Saens. Las monjas trajeron a algunas de las jóvenes que habían logrado salvar de la explotación y estas bailaron antes de mi actuación. La audiencia fue muy numerosa, había muchos turistas, y logré recaudar 8.000 euros para esas jóvenes.
Naturalmente, nuestros jóvenes europeos, tanto chicos como chicas, también precisan ayuda. Conocen muchas cosas, porque las ven en Internet, pero muchos de ellos están deprimidos, carecen de perspectivas, de interés por la vida. Así que, junto con mi asociación Amici Della Musica, también he tratado de hacer algo por ellos. Voy a escuelas de enseñanza secundaria en Udine, hablo con los alumnos y toco la flauta. Los invito a mis conciertos. Y funciona, vienen y me dan las gracias por haberles mostrado esa música tan bella que no conocían. Así hago un doble servicio: a la humanidad y al mismo tiempo a la música.
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