Trazando el camino hacia una nueva Europa: la Carta de París
En noviembre de 1990, tan sólo unas semanas después de la reunificación de Alemania, 34 Jefes de Estado o de Gobierno se reunieron en París para configurar una nueva Europa.
Dichos Estados, incluidos antiguos adversarios pertenecientes a la OTAN y al Pacto de Varsovia, declararon el fin de la Guerra Fría y acordaron que la Europa del futuro estaría basada en los principios de democracia, derechos humanos y libertades fundamentales, libertad económica y la misma seguridad para todos los países. Paralelamente a la Cumbre, 22 Estados firmaron el Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (FACE), que establecía limitaciones para los armamentos y equipos militares.
Aunque la Carta de París supuso el advenimiento de “la democracia, la paz y la unidad en Europa” y proclamó que “la era de confrontación y de la división de Europa ha terminado", los dirigentes advirtieron acerca de los problemas que podían presentarse.
Como dijo el Presidente estadounidense George Bush, “actualmente, a medida que van desapareciendo las antiguas divisiones políticas, están surgiendo otras fuentes de tensiones, algunas viejas y otras nuevas. Las controversias nacionales persisten, continúan los abusos de los derechos humanos y de las minorías”.
El dirigente soviético Mikhail Gorbachev advirtió que “nos abandonaríamos a una euforia impermisible si llegáramos a la conclusión de que, al alcanzar el gran logro de haber eliminado prácticamente la amenaza de una guerra importante en Europa, hemos descartado totalmente la posibilidad de que surjan conflictos en el continente”.
Otros dirigentes advirtieron acerca del problema de las tensiones étnicas que se estaban gestando en los Balcanes y del riesgo de que las divisiones económicas entre el Este y el Oeste reemplazaran a las políticas. Así pues, aunque París representó un momento histórico, la realidad de una Europa libre y segura seguía siendo una labor inacabada.
Al cabo de un año, la URSS se había derrumbado y el conflicto se había enseñoreado de los estados de la antigua Yugoslavia. Pero los compromisos firmados en París no sólo establecieron una visión de Europa que todos los Estados tenían que esforzarse por lograr (por muy difícil que fuera el camino) sino que proporcionaron a la OSCE un conjunto de instrumentos para poder hacer realidad dicha visión, incluida la creación del Centro para la Prevención de Conflictos, en Viena, y la Oficina pro Elecciones Libres, en Varsovia (actualmente Oficina de Instituciones Democráticas y Derechos Humanos).