Presionar un poco más
Entrevista con Clare Hutchinson, Representante Especial del Secretario General de la OTAN para la Mujer, la Paz y la Seguridad
El 9 de mayo de 2018, Clare Hutchinson, Representante Especial del Secretario General de la OTAN para la Mujer, la Paz y la Seguridad, tomó la palabra en el Foro de Cooperación en materia de Seguridad, el órgano decisorio de la OSCE en materia de seguridad militar. En la presente entrevista responde a las preguntas acerca de por qué la mujer necesita participar en pie de igualdad en los procesos de paz y en el sector de la seguridad.
Muy pocas personas comprenden realmente el vínculo que existe entre la igualdad de género y el mantenimiento de la paz. ¿Qué tiene que ver el género con la seguridad?
Lo que se suele malinterpretar es que hay un vínculo definido y demostrado entre la igualdad de género y la paz sostenible. Las investigaciones demuestran que cuando se empodera a la mujer los países son más seguros. No se trata solo de que la mujer esté presente en los ámbitos de sanidad, bienestar y educación, sino de que también lo esté en los ámbitos de la paz y la seguridad.
Si se considera que más de la mitad de la población de cualquier país son mujeres, entonces es obvio que cuando se mantiene un diálogo sobre la seguridad que no incluye a la mujer, o una perspectiva de género (recuerde que no todas las mujeres tienen una perspectiva de género), si no se incorpora la cuestión de la mujer y del género, y la perspectiva de la igualdad de hombres y mujeres, a los debates o a las decisiones relacionadas con la paz y la seguridad de una nación, no se llegará a tener una paz sostenible.
Podemos observar eso en muchos países en conflicto en los que las mujeres no participan en el diálogo para la paz una vez finalizado el conflicto. Sabemos que la desigualdad de géneros es uno de los factores impulsores de conflictos, y si no se aborda a tiempo seguirá siendo un problema en el futuro.
¿En qué calidad hay que incluir a la mujer en el diálogo sobre la paz y a quién se debe invitar?
El diálogo para la paz debe reflejar la diversidad y el carácter interseccional de la sociedad. Las mujeres representan más de un 50 por ciento de la población, pero pertenecen a distintas generaciones, a distintos niveles socioeconómicos y a distintas etnias y religiones (necesitamos que todas ellas se sienten juntas para entender lo que están pensando). Parece que tenemos tendencia a pensar que la seguridad es un dominio masculino. Seguimos creyendo que la defensa es cosa de hombres y no pensamos que se debería incluir a las mujeres. Pero han de estar ahí. Y me estoy refiriendo a mujeres de todos los sectores.
Una de las dificultades que tenemos es entender que la paz y la seguridad tienen distinto significado para hombres y mujeres. Las mujeres (y eso es cierto para todas las mujeres en general) tienden a ver la seguridad de un modo más integrador. Para los hombres, la seguridad suele suponer militarización, o políticas económicas o fiscales. Las mujeres piensan en cuestiones como el cambio climático, la educación o los puestos de trabajo (en muchos casos quizá puestos de trabajo para sus maridos, pero trabajo al fin y al cabo).
Las mujeres suelen ser víctimas de situaciones bélicas y de conflicto de forma distinta a los hombres. ¿Qué significa eso para el proceso de consolidación de la paz?
La resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre la mujer, la paz y la seguridad se adoptó inicialmente porque abordaba la repercusión desproporcionada de los conflictos en hombres y mujeres. Hay que tener en cuenta esa desproporción a la hora de considerar nuestro compromiso con respecto a la paz. Porque si usted no tiene en cuenta lo que les ha ocurrido a las mujeres en un conflicto (por ejemplo, el número más alto de mujeres y niñas que han sufrido violencia sexual a lo largo del mismo) y eso no ocupa un lugar destacado en el diálogo para la paz, entonces tendrá cicatrices y heridas que se enconarán y se transmitirán a las siguientes generaciones, lo que provocará más conflictos. Vemos eso todo el tiempo y hablamos de curar las cicatrices de la guerra, pero a menudo la violencia contra la mujer no se ha considerado como parte de la labor de reconstrucción o del diálogo para la paz.
Eso ha sido una dificultad constante. Durante el terrible trauma del conflicto de los Balcanes, en el decenio de 1990, la violencia sexual todavía se consideraba como un botín de guerra. Ahora, finalmente, nos estamos animando a decir que la destrucción del cuerpo de la mujer ya no se va a aceptar. Con la adopción en 2008 de la resolución 1820 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la comunidad internacional expresó su firme reconocimiento de que la violencia sexual relacionada con los conflictos es una táctica de guerra y como tal hay que afrontarla con decisión mediante soluciones políticas. No obstante, aún seguimos siendo testigos de violencia sexual en conflictos de todo el mundo. Tenemos el marco normativo pero necesitamos reforzar nuestros compromisos. Hemos de prestar más atención a las resoluciones del Consejo de Seguridad para asegurarnos de que realmente entendemos la dinámica de género del conflicto; hemos de invertir más recursos y ofrecer una respuesta.
¿Diría usted que se ha avanzado en la tarea de superar la marginación de la mujer en la labor de mantenimiento de la paz?
El hecho de que ahora incluso hablemos de ello ya es un avance. La reunión que hemos tenido hoy (en el Foro de Cooperación en materia de Seguridad de la OSCE) acerca de incorporar la perspectiva de género al diálogo sobre la seguridad habría sido imposible diez años atrás. Realmente me satisfacen ese tipo de conversaciones, que están cambiando nuestra manera de pensar en la seguridad, porque una vez empecemos a hablar de cuestiones difíciles, empezaremos a ver un verdadero cambio. Y ya estamos llegando a ese punto. Ahora tenemos más empuje; tenemos más mujeres en las negociaciones para la paz; tenemos más mujeres en política en todo el mundo; tenemos más mujeres en puestos directivos en el sector empresarial. Solo se necesita tiempo, y ese es el problema.
Creo que nos estamos durmiendo en los laureles si nos limitamos a emplear las palabras adecuadas. Solemos decir: lo estamos haciendo bien, estamos intentando incrementar el número de mujeres, y ahí se queda la cosa. No estamos yendo más allá de esa primera línea; no nos estamos esforzando en pasar de las palabras a los hechos.
Eso ocurre, en parte, porque no sabemos cómo hacerlo. ¿Qué significan expresiones como “integración del género” “incorporación del género”? Necesitamos una mejor formación y expertos que nos ayuden a encontrar la manera de transmitir el mensaje a distintas audiencias en su propio lenguaje. No es justo descargar la responsabilidad en las personas si ellas mismas no saben de qué son responsables.
Creo que mantener relaciones con todas las organizaciones internacionales, donde podemos identificar o aclarar colectivamente ese tipo de cosas, es muy importante. Si puede haber un consenso entre las Naciones Unidas, la UE, la OSCE y nosotros mismos, la OTAN, acerca de lo que significa el género para la seguridad, las naciones tendrán las ideas claras (porque la mayor parte de esas organizaciones están formadas por las mismas naciones). Realmente siento la necesidad urgente de contar con mecanismos, herramientas y lenguaje que sean coherentes, para que no haya forma de escabullirse alegando desconocimiento.
¿Qué está haciendo la OTAN, en su calidad de alianza militar, para promover el programa de la mujer, la paz y la seguridad?
Para mí ha sido muy interesante venir a la OTAN después de haber trabajado muchos años en las Naciones Unidas. Quizá se considera que las Naciones Unidas están más avanzadas porque han estado trabajando durante más tiempo en cuestiones de género, pero en la OTAN hay una franqueza excepcional en lo tocante a la mujer y la seguridad (tenemos un Secretario General que no podría estar más comprometido con esa cuestión y una Secretaria General Adjunta que presta un apoyo increíble). En la OTAN, como organización intergubernamental basada en el consenso, es necesario involucrarse y mantener un diálogo acerca de los diferentes problemas de la igualdad de género. Creo que eso es bueno porque permite saber cómo piensan las distintas naciones.
En el aspecto operativo, contamos ahora con un despliegue sistemático y coherente de asesores en materia de género al más alto nivel de mando. Es lo que se pedía en la resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y estamos respondiendo plenamente a ello. En el aspecto político estamos trabajando para elaborar una nueva política y un nuevo plan de acción, con un marco global que incluye todas las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (e incluye también la violencia sexual y nuestra respuesta a la misma).
Para elaborar el plan de acción lo más importante es contar con indicadores concretos, que son la esencia de todo plan de acción. Usted puede realizar actividades pero ¿cómo las evalúa? Y solo puede mejorarlas evaluándolas. No nos estamos tomando esto a la ligera, quiero tener tiempo para hacerlo bien. Estamos organizando un taller para el mes de junio, al que asistirán algunas de las mentes más brillantes y preclaras en materia de desarrollo de indicadores, y al que hemos invitado a la OSCE y a otras organizaciones.
En la OSCE, aproximadamente un tercio de nuestros altos cargos ejecutivos y de los representantes permanentes de los Estados participantes son mujeres, pero los agregados y representantes militares de las delegaciones siguen siendo hombres. ¿Cuál es la situación en la OTAN?
Observo que hay una situación similar en todas las organizaciones, que es un reflejo de la sociedad en general. Eso cambiará, pero el problema es que para que las mujeres puedan alcanzar ese nivel tienen que haber estado en las fuerzas armadas lo suficiente como para ascender en el escalafón. Y eso lleva tiempo. Tenemos que seguir derribando barreras y planteando exigencias. Y hay que hacerlo de forma coherente, manteniendo la presión. Aunque solo se consiga para una o dos mujeres, será un cambio. Creo que todas las organizaciones internacionales son un reflejo unas de otras. La seguridad es el último ámbito en el que hemos de derribar barreras.
Por eso, toda mujer que trabaja en la esfera de la seguridad necesita tener voz, hacer oír esa voz y decir “esto es importante”. Porque así es como se hacen los cambios. No se hacen de la noche a la mañana, ni tampoco con facilidad, pero se hacen.
En última instancia se trata de humanidad; se trata de paz; se trata de aquello por lo que todos debemos esforzarnos. No pasemos de puntillas por los problemas; denunciémoslos cuando los veamos. Tenemos que ser más progresistas, tenemos que ser audaces. Si no presionamos un poco más, no conseguiremos esa igualdad tan necesaria en nuestras sociedades.
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