Cooperación en materia de agua: El poder de los principios
IEntrevista con Sundeep Waslekar
“Dos países que cooperan activamente en materia de agua no se enzarzan en una guerra”. Sundeep Waslekar, cofundador y presidente del grupo de reflexión Strategic Foresight Group (Grupo de Previsión Estratégica), con sede en Mumbai, y líder mundial en diplomacia del agua, se ha impuesto como misión llevar ese mensaje al mundo. Con motivo de una visita a la Secretaría de la OSCE en Viena, Waslekar habló de la importancia de los principios de seguridad cooperativa de la OSCE para la cuestión, cada vez más acuciante, de compartir la responsabilidad de los recursos hídricos mundiales.
Bajo su liderazgo, el Strategic Foresight Group ha desarrollado el enfoque Blue Peace (Paz Azul) para la cooperación en materia de aguas transfronterizas. ¿Por qué es importante que los Estados cooperen en la gestión de cuencas fluviales compartidas?
Es importante tener en cuenta que la cooperación en materia de agua no se limita al agua. En el Strategic Foresight Group hemos desarrollado el Water Co-operation Quotient (Coeficiente de cooperación en materia de agua), una herramienta para medir la calidad de la cooperación en las cuencas hidrográficas transfronterizas de todo el mundo. Los resultados del análisis muestran que cuando dos países cualesquiera, que comparten recursos hídricos transfronterizos, cooperan de forma activa (no solo simbólica o jurídica), se reduce sustancialmente el riesgo de un conflicto bélico. No solo de un conflicto bélico a causa del agua, sino de cualquier conflicto bélico en general. Incrementar la cooperación en materia de agua aumenta también las perspectivas de una paz integral. Así pues, el agua puede ser un gran instrumento de paz. Esa es la razón por la que creamos el concepto Blue Peace, particularmente para la zona conflictiva de Oriente Medio. Ese concepto trata de lograr que el agua sea un instrumento potencial de paz y cooperación en lugar de una fuente potencial de crisis.
El Coeficiente de cooperación en materia de agua para 2017 abarca la totalidad de las 286 cuencas fluviales transfronterizas mundiales. De ellas, ocho ya tenían la máxima puntuación (su gestión es la mejor del mundo). Y de esas ocho, me gustaría destacar un caso muy interesante en el área de la OSCE: la cooperación ruso-finlandesa. La OSCE es la única organización internacional, además de las Naciones Unidas, a la que pertenecen Finlandia y Rusia. Así pues, eso es un éxito para la OSCE. Quizá esa cooperación no la han propiciado las estructuras institucionales de la Organización, pero se basa en sus principios, y los principios son más importantes que las estructuras institucionales. Esa es la idea que la OSCE debe proyectar.
Un segundo caso que me gustaría mencionar y que es importante para la OSCE, es la cooperación entre los países de Asia Central. Cuando se publicó el último Coeficiente de cooperación en materia de agua, a finales de 2017, la gestión de los países de Asia Central en el ámbito de dicha cooperación era mediocre, debido a la falta de voluntad política. Pero en pocas semanas, en marzo de 2018, la situación cambió radicalmente. Hubo una reunión entre el Presidente de Uzbekistán y el Presidente de Tayikistán, seguida por una cumbre de todos los países de Asia Central, en la que acordaron cooperar en materia de agua y de energía hidráulica. El problema que había originado el conflicto muchos años atrás, la construcción de la presa de Rogun en Tayikistán, quedó, en principio, resuelto. Se trata de un avance muy reciente, pero es un gran cambio. Las estructuras organizativas de la OSCE quizá tampoco hayan participado directamente en ese importante avance político, pero los triunfadores han sido los principios de la OSCE, los principios de cooperación y seguridad integral.
El reciente acuerdo entre los Estados de Asia Central también tendrá consecuencias de gran alcance fuera de la región de la OSCE (por ejemplo en África). Aunque hay muchos buenos ejemplos de cooperación en materia de aguas transfronterizas en África, en el nordeste tenemos el conflicto entre Egipto y Etiopía por una presa en el Nilo, que es muy similar al conflicto entre Tayikistán y Uzbekistán por la presa de Rogun. Si el acuerdo en Asia Central se mantiene y se traduce en una cooperación activa en el próximo año, eso tendrá una gran repercusión psicológica y política en la relación entre Egipto y Etiopía.
Así pues, nos reunimos en un momento en el que hay algunos cambios positivos en la región de la OSCE, que podrían tener repercusiones. Mi estudio de la OSCE me ha demostrado que tiene tendencia a destacar los éxitos de sus estructuras institucionales, lo que sin duda es muy importante, pero que se muestra mucho más reticente en lo que respecta al éxito de sus principios. Creo que también debería fijarse en el triunfo de sus principios.
Naturalmente, la OSCE está involucrada en cuencas hidrológicas concretas, como por ejemplo las cuencas fluviales del Chu-Talas, el Dniéster y el Kura, y eso supone un importante esfuerzo constructivo porque se está avanzando paso a paso: primero fomentar el entendimiento, después crear comisiones, después crear instituciones y finalmente cooperar sobre la base de toda esa estructura. Me alegró enterarme, por las conversaciones mantenidas hoy en la Secretaría de la OSCE, de que hay un compromiso a largo plazo con ese esfuerzo. Estoy convencido de que ese enfoque gradual tendrá una gran repercusión.
El agua es un bien precioso que, con el crecimiento de la población mundial y el cambio climático, será cada vez más escaso, también en partes de la región de la OSCE. ¿La comunidad internacional se está ocupando de forma adecuada de esa cuestión?
Las estadísticas hablan por sí solas. Según el último informe de supervisión conjunto de la OMS y UNICEF, de los 7.500 millones de personas que viven en el planeta, 2.100 no tienen acceso a agua potable limpia y segura. Más de 4.000 millones de personas no tienen acceso al agua en general, incluidas las necesidades de higiene y otras necesidades. En la zona donde hay escasez de agua, situada en su mayor parte fuera de América del Norte y Europa, el agua se utiliza sobre todo para el regadío agrícola (casi el 80 por ciento). Así pues, la crisis del agua no es solo una crisis de agua potable, es una crisis de producción de alimentos. Además, el agua se utiliza también para necesidades urbanas y para la producción de electricidad y energía, y eso va a aumentar. En realidad, la crisis del agua afecta a los alimentos, la electricidad y la salud.
Si no se gestiona la escasez de agua, según mis cálculos aproximados en algún momento de los próximos 20 años los grandes países en desarrollo, como China, India, Irán, Turquía y algunos países africanos, tendrán que acudir al mercado para importar de 200 a 300 millones de toneladas más de cereales, lo que podría significar un alza exorbitante de los precios de los alimentos en todo el mundo. Eso le afectará a usted, tanto si está viviendo en Europa, donde hay agua; en Brasil, donde hay un excedente de agua; o en Sudáfrica, donde hay escasez de agua. Podrá tener graves problemas de higiene en las ciudades. La crisis de escasez de agua no se traducirá en largas colas para obtenerla, sino en escasez de alimentos y en enfermedades. Eso podría conducir a la emigración, que a su vez conduciría a la desestabilización política. Estamos contemplando un círculo vicioso y ese es el riesgo.
La escasez de agua, en sí, puede gestionarse con tecnología y gobernanza. Por ejemplo, Singapur tiene una disponibilidad de agua per cápita muy baja, pero es capaz de gestionarla con mejores tecnologías y una mejor gobernanza. Y hay un tercer factor, además de la gobernanza y la tecnología, que es muy importante: la cooperación transfronteriza. Usted puede mejorar su gobernanza pero si sus vecinos no mejoran la suya, todos sus esfuerzos, literalmente, quedarán en agua de borrajas.
El agua puede ser un factor de crisis y un factor de paz; tenemos que elegir. Tenemos el Objetivo de Desarrollo Sostenible nº 6, dedicado al agua, y el nº 16, dedicado a la paz. Ambos son inseparables; el agua puede ser un vínculo entre el desarrollo sostenible y el mantenimiento de la paz.
¿Cómo afectan los problemas del agua a las mujeres? ¿Tienen un papel especial que desempeñar a la hora de resolverlos?
No hay duda de que cuando hay escasez de agua, cualesquiera que sea la razón, toda la sociedad se ve afectada (hombres, mujeres y niños). En el pasado, se ha olvidado a menudo el papel de la mujer. Creo que si la mujer desempeñara un papel más importante a la hora de gestionar el problema del agua, podríamos tener la posibilidad de hallar soluciones más sostenibles, y vamos a seguir explorando esa posibilidad en nuestra labor. Hay algunas pruebas de eso, y están en mi país, India. No están relacionadas con el agua sino con otro sector, la gobernanza a nivel local. Tenemos los denominados órganos de gobernanza de los pueblos, y los institutos de ciencias sociales han hecho una investigación con muestras muy amplias (no de algunos cientos sino de miles de casos). Han visto que cuando son hombres los que están al frente de esos órganos locales, se gasta mucho dinero en organización política y en cosas como edificios espectaculares, ostentación de ego social. Cuando son las mujeres las que controlan las instituciones de gobernanza local, emplean el dinero en cosas como la atención infantil o el abastecimiento de agua, es decir, en atender las necesidades de la sociedad. Se trata de una evidencia, no simplemente de mi opinión. Eso nos lleva a creer que las mujeres tienen un enfoque ligeramente distinto a la hora de fijar prioridades.
Pero lo que importa son las prioridades, no el hecho de que alguien sea una mujer. Si una mujer está representando una estructura de poder masculina (puede ser la esposa o la hermana del presidente) entonces usted no puede esperar un cambio. Así que tiene que ver qué prioridades y qué valores representan.
¿Qué evolución prevé en el ámbito de la diplomacia del agua?
La diplomacia del agua es un ámbito nuevo y en evolución y, como en cualquier ámbito cambiante, cabe esperar que haya muchos cambios. A medida que la ciencia y la tecnología van avanzando, las disciplinas que requieren conocimiento científico también requieren, cada vez más, conocimiento humano (una comprensión de la mente y del pensamiento humanos). La diplomacia del agua es uno de esos ámbitos en los que se combinan el conocimiento científico y el conocimiento humano.
Lo interesante acerca de la diplomacia del agua es que, aunque se está trabajando mucho en el marco de las estructuras estatales, también se está trabajando mucho fuera de ellas. La geopolítica siempre acaba por recurrir a las estructuras estatales (la OSCE, por ejemplo, solo podían crearla los Estados, no los politólogos). Pero en la diplomacia del agua, buena parte del impulso proviene también de estructuras ajenas al Estado. El Strategy Foresight Group es un ente no estatal, pero colaboramos estrechamente con los Estados. Así pues, aquí tiene una confluencia de capital intelectual proveniente de estructuras ajenas a las estructuras estatales oficiales, combinado con la autoridad de las estructuras estatales oficiales. Se trata de un fenómeno novedoso en las relaciones internacionales.
¿Le preocupan la nueva tendencia nacionalista de los Estados y el creciente desinterés en la cooperación internacional?
Observamos que ese es un fenómeno en alza en cualquier parte del mundo, y en la fase actual parece haber cautivado la imaginación de un gran número de personas. La razón hay que buscarla en la inseguridad (un sentido de inseguridad y amenaza inmediatas). Buena parte de eso no tiene realmente una base muy sólida. La amenaza que supone el terrorismo para la sociedad humana, por ejemplo, está ahí, pero no es tan profunda como se dice. Cuando las personas se den cuenta de que la base del nacionalismo mezquino no es realmente firme, confiemos en que se desilusionen y regresen a un mejor entendimiento de las relaciones humanas.
Pero hay un riesgo. La globalización lleva aparejada también una globalización de los riesgos (por ejemplo, la proliferación de armas, como las radiológicas, las biológicas y algunas químicas). Cada vez es más fácil tener acceso a ellas y adquirirlas. Si algún grupo terrorista se apodera de armas de destrucción masiva, o fabrica algunas de ellas con la ayuda de inteligencia artificial, y provoca una devastación masiva, entonces el fantasma de la amenaza inminente será una realidad. Espero que eso no ocurra y creo que no ocurrirá, pero es algo que no descartaría totalmente.
¿Tiene alguna previsión positiva para el futuro, un escenario al que podamos mirar con esperanza?
Si no tenemos ninguna sorpresa desagradable como la que acabo de describir, podremos empezar a redefinir el mundo tal y como lo hemos definido en los siglos anteriores: como un mundo de oportunidades. Por haber visto el mundo como un lugar de oportunidades, Colón fue en busca de la India y descubrió América. Por haber visto el mundo como un lugar de oportunidades, se hicieron tantos descubrimientos científicos. En los últimos años hemos definido el mundo como un mundo de riesgos. Si se demuestra que la teoría del riesgo es falsa y no ocurre ningún accidente desagradable, recobraremos nuestro concepto del mundo como un lugar de oportunidades, y en eso tenemos puestas nuestras esperanzas.
Las opiniones expresadas en esta entrevista son las del experto entrevistado y no reflejan necesariamente la posición oficial de la OSCE ni la de sus Estados participantes.
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