Invertir en ladrillos no es suficiente
Róterdam es una ciudad rica, un puerto importante: ¿Qué retos para la seguridad representa algo así?
El puerto de Róterdam es el doble de grande que el de Amberes y que el de Hamburgo: ofrece muchísimos empleos, contribuye de manera importante al PIB de los Países Bajos y es vital para la economía de Europa. La ciudad es propietaria del puerto al 70 por ciento y el 30 por ciento restante está en manos de la administración central del Estado. Eso es poco habitual. En muchos países, los responsables de puertos y aeropuertos son los gobiernos nacionales. Pero ese no es el caso de Róterdam y Ámsterdam en los Países Bajos. Como alcalde de la ciudad soy el responsable del puerto, incluidas la seguridad física y personal. Uno de los principales retos es la ciberseguridad. A ese respecto, muchas cuestiones se hacen electrónicamente, por ejemplo los trámites aduaneros se completan sin necesidad de papeles. Después está el asunto de la seguridad física. El puerto cuenta con una de las plantas petroquímicas más grandes del mundo, una explosión en ese lugar representaría un problema enorme. El tercer motivo de preocupación lo constituyen el tráfico de drogas y el contrabando de productos ilegales y falsificaciones.
Otra cuestión inusual y típica de los Países Bajos es que los alcaldes de las grandes ciudades como Róterdam son también los responsables de los asuntos policiales, no solo de los de su ciudad sino de la región circundante. Yo soy un “alcalde regional” en ese sentido, responsable de 56 ciudades y municipios. Por tanto, un requisito importante para desempeñar este trabajo es la capacidad que se tenga de tratar con las fuerzas policiales y las autoridades encargadas de hacer cumplir la ley. Uno de los factores más determinantes de mi nombramiento como alcalde en 2009 fue mi experiencia con la policía de Ámsterdam cuando desempeñaba el cargo de teniente de alcalde en esa ciudad. Junto con el alcalde me impliqué en gran medida en la gestión de las consecuencias del asesinato de Van Gogh [director de cine neerlandés asesinado el 2 de noviembre de 2004], en tareas como devolver la calma a la ciudad y gestionar toda la situación psicológica que surgió a raíz de ese asesinato.
¿Cómo procedió en esa misión?
Conversar, conversar y volver a conversar. Mi visión de lo que representa un buen alcalde incluye estar cerca de los ciudadanos, darle a la gente la sensación de que soy una persona que escucha de verdad. Y eso no significa necesariamente que vaya a hacer todo lo que se me pida, uno no puede ser amigo de todo el mundo. Pero, al menos, las personas tendrán la sensación de que escucho lo que tengan que decirme.
Cuando pasé a ser alcalde de Róterdam, decidí organizar reuniones de vecindario sobre temas de seguridad. Los funcionarios a mi cargo me dijeron: “Usted está loco, nunca se habla de cuestiones de seguridad física y personal en público, es un tema demasiado delicado”. Me gustaría diferenciar entre lo delicado y lo secreto, lo que se debe discutir a puerta cerrada. Nosotros organizamos reuniones sobre cuestiones delicadas. Lo hacemos de manera muy tradicional: llamamos a la puerta, decimos a la gente que el alcalde está en la zona (en una escuela o en cualquier otro edificio público) y les invitamos a asistir. Siempre preparamos un piscolabis; no es comida de encargo, sino que alguien del barrio aporta alimentos locales. Voy allí con el jefe de la policía, el representante de la empresa que administra las viviendas, y las personas responsables de la limpieza y la iluminación urbanas. Facilitamos los datos que tenemos sobre sus barrios, comenzando por el informe policial. Y entonces pedimos a los ciudadanos que nos hagan llegar sus impresiones. Al principio había muchas quejas. Ahora, transcurridos ocho años, ya no vienen a quejarse sino a compartir sus ideas sobre cómo hacer mejor las cosas.
También tenemos los llamados “marines de la ciudad”: son seis personas que trabajan en nombre del alcalde. Disponen de su propio presupuesto y colaboran con los ciudadanos a fin de cambiar las cosas en los barrios. En un principio, la población lo encontró extraño. Por ejemplo, si alguien tenía una idea para crear una zona verde, nosotros les decíamos: “Perfecto, ¡ya podéis hacerla!” Y ellos contestaban: “Nos gustaría que ustedes la hicieran”. A lo que yo respondía: “No, háganla ustedes mismos. Compren lo que necesiten y el marine de la ciudad pagará la factura. Nosotros podemos facilitarles conocimientos especializados o técnicos, pero encárguense ustedes de hacerla”. Eso es lo que denominamos creación compartida. Va mucho más allá de la manida idea de unos ciudadanos que puedan opinar sobre la manera en que un municipio ejecuta sus competencias. Esto es todo lo contrario: son ellos los que hacen cosas en sus propios barrios y nosotros les asistimos.
¿Y qué pasa con los barrios más desfavorecidos?
Yo prefiero llamarlos “barrios que requieren atención especial”. Estas comunidades tienen problemas de seguridad más notables. Eso significa que en ellos tenemos que desplegar un número de efectivos policiales mucho mayor. Pero no basta con invertir en ladrillos. Estamos trabajando en esos barrios con empresas, educadores, empleadores, la administración central y las autoridades sanitarias.
La educación es mi prioridad número uno: invertir en los cerebros de los niños. Ofrecemos aproximadamente ocho horas más de horas lectivas a la semana, ochos horas adicionales de lenguaje y matemáticas, a los niños de esos barrios. Además, si eres joven y te has inscrito en cursos de formación profesional en el sector de la salud o en determinados campos tecnológicos, se te garantiza un trabajo. Hemos establecido una organización independiente en Rotterdam South, yo soy su presidente, en la que también colaboran con nosotros empleadores, empresas dedicadas a la vivienda y el sistema sanitario. Tenemos garantizados por su parte más de 200 empleos por año para estudiantes de esos barrios.
Mi segunda prioridad es la vivienda. Rotterdam South tiene 35.000 viviendas que, por un motivo u otro necesitan reformas. Aquí es donde hemos conseguido hacer algo mágico. Hemos logrado que se introdujera una excepción en la ley de vivienda, gracias a la cual nuestras empresas dedicadas a la vivienda obtienen condiciones más favorables en sus pagos, siempre y cuando reinviertan la diferencia en las 35.000 viviendas mencionadas. Eso significa que se liberan unos 750 millones de euros cada año, que es un presupuesto considerable. Por supuesto, serán necesarios miles de millones para completar esa tarea; estamos hablando de un período que abarca 15 años. Pero que hayamos sido capaces, siendo una ciudad, de conseguir la introducción de esa excepción en la legislación… ¡Eso es fascinante! No tiene parangón en los Países Bajos.
En tercer lugar, estamos haciendo limpieza en esos barrios con respecto a algunos fenómenos económicos, por ejemplo el lavado de dinero procedente de la droga. Nos hemos llegado a encontrar un salón de peluquería en el que no había ni un solo sillón para los clientes, nunca se pretendió que funcionara como peluquería. El ayuntamiento aceptó la propuesta de aplicar, por primera vez en los Países Bajos, una normativa muy estricta con respecto a determinados tipos de negocios: vendedores de coches, garajes, joyerías, salones de belleza. En virtud de las nuevas disposiciones, tengo la potestad de cerrar esos establecimientos o de obligarles a solicitar permisos especiales para reabrir. Puedo hacer eso en calles concretas, en determinados establecimientos o en ciertos barrios. Eso me brinda la capacidad de regular dichos procesos. Es lo que hice tras visitar el barrio en cuestión en cinco ocasiones, cuando finalmente les dije “amigos, aquí tenemos un problema; no voy a poder resolverlo solo echando mano de la fuerza policial, esto hemos de solucionarlo juntos”.
¿Qué consejo le daría al alcalde de una ciudad importante que no fuera tan rica como Róterdam, que no cuente con un puerto o con la recaudación de la que usted dispone?
Está claro que en una economía distinta, en otro país, te enfrentarás también a una situación diferente. Pero de verdad creo que siempre existirá un margen para el cambio dentro de los límites de tus propios recursos. Por supuesto, no es posible ocuparse de determinados asuntos si no se dispone de la autoridad prevista en la ley. Yo soy el responsable de las actuaciones policiales, la mayoría de alcaldes no lo son. Tendrán, por ello, menos margen para encontrar soluciones originales y locales. Sin embargo, aún se podrán hacer muchas cosas independientemente de lo limitados que sean los recursos. En relación con la radicalización, por ejemplo, el instrumento más importante es el diálogo, convencer a la gente. Eso no tiene nada que ver con el dinero. Y, por otro lado, si también dispones de algo de dinero, gástalo en la creación compartida, con tus ciudadanos, eso sí que es verdaderamente importante.
Construyendo una Comunidad
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