Reavivar el Espíritu de Helsinki: Se cumplen 40 años del Acta Final de Helsinki
Por Lamberto Zannier
El 1 de agosto de 1975 comenzó en Helsinki, capital de Finlandia, una búsqueda de 40 años de duración para instaurar un marco integral e integrador para la seguridad y la cooperación en Europa. En una demostración histórica de consenso multilateral, el Acta Final de Helsinki de 1975 hizo que los Jefes de Estado de 35 países (los de la OTAN, los del Pacto de Varsovia, los Estados neutrales y los no alineados) se comprometieran a entablar un diálogo mutuamente beneficioso. El objetivo era salvar la brecha entre el Este y el Oeste, evolucionar de la mera “distensión” a una auténtica “aproximación”. Ese compromiso llevó, en los años noventa, a establecer la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), que en la actualidad es el mayor acuerdo de seguridad regional del mundo en virtud del Capítulo VIII de la Carta de las Naciones Unidas.
La firma del Acta Final de Helsinki no puso fin a la Guerra Fría, pero fue un giro revolucionario en esa dirección, a través de la apertura y la cooperación. Posteriormente, los Estados participantes acordaron intercambiar información militar y comunicar de manera recíproca los movimientos de fuerzas, las maniobras y las actividades militares. Los signatarios reconocieron asimismo que una seguridad auténtica conlleva algo más que librarse de las guerras, y que requiere un bienestar económico, un entorno saludable y el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales. Helsinki marcó el punto de partida de un proceso de diálogo en pro de la paz, desarrollado con paciencia y una perseverancia llena de dedicación, que se ha convertido en la especialidad de la OSCE.
Desde entonces, la Organización ha sido un agente crucial a la hora de promover la estabilidad en Europa. Ha contribuido a poner fin a las guerras en la antigua Yugoslavia y sigue ayudando a los países de la región con actividades orientadas a promover la reconciliación y la cooperación regional, las instituciones democráticas y el Estado de derecho. En lugares como el Trans-Dniéster, Nagorno Karabaj y Osetia del Sur, donde los conflictos latentes siguen dificultando el desarrollo pacífico, la OSCE ha actuado como facilitadora en la búsqueda de soluciones duraderas. Como la seguridad de la vida de las personas va más allá de resolver conflictos militares, la Organización aspira a promover la cobertura de una amplia gama de necesidades fundamentales tales como el agua potable, la educación y las elecciones libres, el acceso a la justicia, la igualdad de los géneros y una vida libre de discriminación y de acoso. A través de su red de operaciones sobre el terreno, la OSCE dispone de una herramienta singular para ejecutar proyectos que promueven la seguridad y la cooperación y que mejoran la vida de las personas.
A medida que evolucionan las amenazas para la seguridad, el foco de atención de la OSCE también ha ido cambiando. Además de los retos de tipo más tradicional, la OSCE afronta cada vez con más frecuencia los retos que rebasan las fronteras nacionales: el ciberdelito, el terrorismo, la trata, la corrupción y la migración. En un mundo globalizado, es indispensable formar alianzas sólidas con las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales. Asimismo, seguiremos reforzando los estrechos vínculos con nuestros Socios mediterráneos y asiáticos para la Cooperación.
Varias instituciones y estructuras de la OSCE trabajan juntas para ayudar a los Estados participantes de la OSCE a cumplir sus compromisos, entre ellas la Oficina de Instituciones Democráticas y Derechos Humanos, la Representante para la Libertad de los Medios de Comunicación, la Alta Comisionada para las Minorías Nacionales y la Asamblea Parlamentaria. Todas ellas han trabajado de manera concertada para ayudar a solucionar el conflicto en Ucrania y su entorno. El Grupo de Contacto Trilateral, en el que participa la OSCE, está negociando medidas prácticas para poner fin al combate armado y buscar soluciones orientadas a lograr un arreglo político duradero. La Misión Especial de Observación en Ucrania, que se desplegó en marzo de 2014, continúa observando la situación en todo el país e informando de ella; además, en el este también supervisa un alto el fuego precario, en condiciones que a menudo son peligrosas. El Coordinador de Proyectos de la OSCE en Ucrania, que es una presencia sobre el terreno que opera con base en Kiev desde hace 15 años, ayuda al gobierno a emprender reformas y entablar un diálogo nacional.
Los signatarios del Acta Final de Helsinki habían previsto que la seguridad y la cooperación europeas se guiaran por diez principios fundamentales, denominados el Decálogo de Helsinki: igualdad soberana, abstención del uso de la fuerza, inviolabilidad de las fronteras, integridad territorial, arreglo pacífico de controversias, no intervención en asuntos internos, respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales, igualdad de derechos y autodeterminación de los pueblos, cooperación entre los Estados, y cumplimiento de buena fe de las obligaciones en virtud del derecho internacional.
Durante 40 años, estos principios han sido los cimientos del orden de seguridad europeo. La cláusula del Acta Final de Helsinki según la cual cada uno de ellos tiene importancia primordial y se interpretará teniendo en cuenta todos los demás es la brújula que determina el diálogo entre los Estados participantes de la OSCE, que actualmente son 57.
La crisis en Ucrania y su entorno, que ya se ha cobrado más de 6.000 vidas, nos ha recordado de manera trágica que el respeto de esos principios no se puede dar por sentado. Hemos de redoblar nuestros esfuerzos para reafirmar su legitimidad y hacer que sea más difícil desafiarlos. Debemos aunar fuerzas para reanimar el espíritu de Helsinki e inspirarnos en los dirigentes que, hace 40 años, tuvieron la valentía de reunirse en torno de una mesa y, sin perspectiva alguna de éxito, iniciaron un diálogo para prevenir una nueva guerra.
Quizá estemos presenciando, si no el comienzo, al menos los indicios de una nueva era de la seguridad europea. Se están planteando concretamente interrogantes difíciles, que nuestros predecesores de Helsinki quizá no estuvieran en condiciones de plantear. Pero hoy día, tal y como ha demostrado la respuesta de la OSCE en Ucrania, disponemos de la experiencia y del instrumental que no tenían nuestros mandatarios fundadores. Hoy día, al igual que entonces, necesitamos que haya hombres y mujeres valientes que participen en un debate plagado de incertidumbres, para velar por que el telón que se abrió en Helsinki allá por 1975 para la seguridad en Europa continúe abierto.
Lamberto Zannier es el Secretario General de la OSCE.
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